Hoy cuestioné mi vocación de profesora. El colegio en el que trabajo es gratuito y el perfil del alumno que ingresa a él se reduce a indisciplina y violencia, pero me es difícil no pensar en las carencias que tienen y cómo tratan de mostrarse ante la autoridad en posición de combate, porque los profesores, según ellos, somos "el enemigo". Sin embargo, desde el primer día que entré a hacer clases a este liceo, les dejé claro a todos mis alumnos que conmigo las relaciones eran horizontales, que yo era igual a ellos y que lo único que nos diferenciaba eran los años de estudio, pero no me creyeron ¿por qué? es lo que me he estado cuestionando todo el día. Quizá ya están acostumbrados al método conductista del Sistema Educacional, es decir, ACCIÓN-REACCIÓN. O, simplemente, su entorno más próximo (la familia) no les brinda las herramientas para vivir en sociedad y se educan en las calles, donde el más "choro e' el que la lle'a", donde el "má' ví'o" es el que manda. Sí, estos jóvenes fueron educados bajos las leyes de la calle, ese es su mundo. Y no quieren salir de ahí, porque muchos asumen que no hay nada más que la sociedad les pueda ofrecer: ser obreros con sueldos míseros o ser delincuentes, madres adolescentes o dueñas de casa.
Hoy, mi vocación fue puesta a prueba por un curso, por el curso más conflictivo del Liceo. Me amenazaron, me ignoraron y mostraron su mejor recurso: la indiferencia. Tengo miedo, tengo rabia y mucha tristeza, porque me di cuenta de que la Pedagogía es un montón de buenas intensiones que no todos están dispuestos a recibir. Porque, en el fondo, el que no quiere aprender, no aprende. Los aprendizajes se logran con voluntad y altura de miras, pero cuando no hay sueños, cuando no hay expectativas de nada más que fumarse un "caño" o un cigarro a la salida de colegio, poco y nada es lo que le queda al profesor.
Me siento derrotada, frustrada y poco valorada. No obstante, sigo creyendo que ellos (mis alumnos) pueden dar más de sí, que pueden lograr grandes cosas si se lo proponen; sigo creyendo en una Educación Humanizadora, que forme personas con pensamiento crítico y no operadores de máquinas, no agentes funcionales y sin conocimiento de mundo.
Bárbara Durán